domingo, 4 de noviembre de 2012

Hoy todo lo demás es lo de menos

Y de pronto estoy en medio de un parque intentando poner en orden mis sentimientos.
Apareces de la nada, te vas de la nada. Cuando pienso en todo este tiempo, en que ha pasado casi un año desde que todo esto comenzó... Dios, me siento vulnerable.
Sé que en cualquier momento me rendiré, que dirás algo con lo que perderé la cabeza otra vez por ti. Porque es así... lo que siento por ti es más fuerte que todas las mierdas. Y ya da igual lo que haga por olvidarte, sacarte de mi vida u odiarte. Es imposible. Todos mis esfuerzos son en vano...
porque aunque sé que no debo pensar más en ti, aunque me prohiba mirar las conversaciones, aunque trate de mil maneras de huir de ti... siempre... siempre... siempre hay un motivo, solo uno que me hace volver a caer.
¿Cómo se te puede querer así? ¿Cómo has conseguido que prefiera meses de tortura por un solo día a tu lado? Ya sé que es una idiotez y que ni siquiera leerás esto... pero... pese a que te di trozos de mi vida aun sabiendo que podías joderme, confié en ti, pese a que los destrozaste, no puedo odiarte por haberlo hecho, sino por hacer que me enamorase de ti, por hacerme feliz cuando lo hacías, por hacer inolvidable un 28 de diciembre cualquiera, pero sobre todo, por hacer que en mi cabeza resuene un «joder, por todo lo que debería odiarla, la quiero». Y lo sé porque cada noche espero ver un mensaje tuyo diciendo que no puedes dormir sin hablar antes conmigo, porque en cada amanecer que veo te recuerdo, porque intento no buscar unos ojos como los tuyos en los demás, porque puedo estar con esta, con aquella y la de más allá, puedo decir que me gusta no sé quien... pero eres tú a quien sigo esperando.
Mírame bien imbécil, si estoy así es porque soy capaz de todo. Incluso si todo significa perderme de nuevo. No me hacen falta más copas, ni más petas a solas, ni más tiempo porque lo único que conseguiré es llevarte más en vena que nunca. Porque soy tu yonki y tú mi dosis
No importa si nos odiamos, si te alejas tú o me alejo yo, si pasan no sé cuántos meses o tratamos de seguir sin la otra. Al final siempre pasa. Al final siempre volvemos a coger esa toalla tirada en el suelo y volvemos a ese puto principio donde el orgullo, las putadas y el dolor no son capaces de entrar.
Mírame, joder. Estoy aquí, no me he ido. Ni tú tampoco aunque trates de esconderlo detrás de toda esa fachada de autismo sentimental que te pones encima. Que estoy harta de echarte de menos y de que no salgas de mi cabeza. Y quizás no sepamos querernos nunca y somos un «ni contigo, ni sin ti», pero nunca vamos a terminar si seguimos poniendo puntos suspensivos... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario