Déjame
decirte que echo de menos sentir mis manos llenas. Llenas de tu cuerpo, de tu
calor. Que desde que no estás, la realidad está un poco más gris y hace todavía
más frío. Que las dosis de cerveza son dobles y las resacas cada vez peores.
Que te
he escrito 30 mensajes diciéndote que estoy en tu puerta, que me abras, que
quiero hacerte el amor, pero no he encontrado el valor de hacerlo. Igual que
nunca he tenido el valor de volver a escuchar las canciones que bailamos en tu
habitación con otra, ni he querido descubrirme en otra cama que no sea la tuya.
Que yo no entiendo cómo puedo tocarte sin lanzarme a tu boca, ni cómo voy a
olvidarme de tus manías al dormir o tu forma de abrazarme al verme entrar por
tu puerta. Cómo voy a volver a mirar a alguien así, dime cómo mirar a otra como
si no importase que el mundo es un lugar enorme y oscuro que da miedo, pero en
su espalda ya no.
Y
mira, que podría alargarme escribiendo un discurso sobre el error que es
habernos dejado, pero solo quiero que sepas que sé que la cagué y sin embargo
sigo aquí.
Sigo
enamorada de ti.
Y
estaré enamorada de ti siempre. (Malditos domingos)