lunes, 22 de abril de 2013

De Madrid al cielo

A veces me cuesta no sonreír cuando te miro. ¿Qué quieres que le haga? Supongo que son cosas que con el tiempo aprenderé a controlar. 

En estos meses me ha costado encontrar el equilibrio y las ganas de intentar algo más que sexo, algo que me importe. Y ahora estás tú con tu estúpida sonrisa... ¿Quieres dejar de mirarme mientras te escribo? (Esto de que escribas en la cama me pone, ¿te enteras?) Claro que si me hablas me distraigo, igual que cuando tenemos sexo y me detengo en tus lunares, te sonrío y me besas porque tu espalda es demasiado pequeña para dibujarte mis sentimientos sin usar escalas.
(Al final voy a conseguir que los hospitales te parezcan un lugar con magia, verás) ¿Magia? sí, es posible. Magia es eso que haces con tus manos que de pronto están en mi cuello y sin darme cuenta ya me has llevado a una sala de descanso y estás quitándome los pantalones. Vamos con la corriente de todas esas personas que empiezan con un polvo y al final se acaban acostumbrando al olor de la otra, a su voz pidiendo más y a sus manías en la cama. (O vienes a follarme un rato o me voy a mis rondas, tú verás).
Vamos no te enfades, te escribo porque no he visto nada tan perfecto después del sexo. Mierda, suena el móvil, adiós perfección y encima te estás levantando. «Quédate... no te imaginas las ganas que tengo de que hagamos música en esta cama». Y así me gustas, porque somos música. (Mierda, eres como un vicio... pero sano, ¿eh?).
Y ya no lo sabes, porque he guardado el cuaderno donde te he escrito y voy a hacerte el amor para que tu boca esté ocupada en algo más que distraerme... pero lo leerás, estoy segura: te he encontrado... Tú, mi equilibrio, has tardado bastante, que lo sepas, pero como cuando estoy contigo entiendo la frase «De Madrid al cielo», te lo perdono.

No hay comentarios:

Publicar un comentario